Mi postura ante la medicina “no oficial”, alternativa, complementaria, natural, o como se le quiera llamar, es integradora.

La medicina ortodoxa oficial tiene muchas ventajas, ayuda a muchos pacientes. Aplica conocimientos avalados por la experimentación. Los pacientes se benefician de muy importantes avances tecnológicos tanto con pruebas diagnósticas como con nuevos fármacos como por ejemplo los anticuerpos monoclonales. Los tratamientos farmacológicos sólo los pueden prescribir los médicos. Están regulados por la Agencia Europea del Medicamente. Los ensayos clínicos que permiten la comercialización de un fármaco contienen la información sobre cómo están hechos y los resultados. La información sobre los medicamentos es extensa, accesible, analizable, criticable.  

Pero la medicina ortodoxa tiene bastantes limitaciones, sobre todo por cómo se ejerce. Con frecuencia el médico oficial u ortodoxo desprecia o ignora lo que “no está demostrado”, ”no está en mi libro”, y solo le importa lo que ve en el resultado de las pruebas o es tratable con sus esquemas conceptuales y sus medicamentos. Demasiadas veces he escuchado “es una tontería” cuando un paciente que no ha mejorado con los esquemas de la medicina oficial mejora con dieta y suplementos nutricionales. Es un error y una ilusión pensar que solo existe lo que se puede demostrar en las pruebas, y que solo se pueden usar tratamientos de la medicina oficial. Otra de las importantes limitaciones de la medicina oficial es su fragmentación en especialidades, se pierde la visión integradora global del paciente. Uno de los diagnósticos más frecuentes en la actualidad es “no es de lo mío”.

La medicina alternativa o complementaria puede ser muy útil, pero en general las estrategias de la medicina complementaria no están evaluadas por grandes estudios análogos a los que hacen las grandes empresas farmacéuticas con los medicamentos. Utiliza dietas y suplementos nutricionales entre otras muchas cosas. Un medicamento necesita estudios extensos para ser comercializado, hay mucha información.  Sin embargo ni las dietas ni los suplementos nutricionales, por ejemplo un probiótico, dependen de la prescripción de un médico. Legalmente los puede recomendar cualquiera y casi siempre están respaldados por mucha menos información contrastada que los medicamentos.

Es muy habitual el paciente al que el conocimiento considerado científico demostrado no le mejora o le ignora, que busca comprensión y tratamiento en el conocimiento mucho menos demostrado, cuya aplicación es muy dependiente de las creencias y experiencia de a quién consulte. Es una paradoja, lo demostrado oficialmente no le funciona, pero sabemos por observación y experiencia que muchas cosas no demostradas oficialmente sí funcionan.

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