Fueron 5 años de mi vida dando tumbos hasta acabar diariamente medicado con antiinflamatorios y analgésicos. Seguía agotado, sin recordar lo que era descansar una noche y con dolor ya generalizado en todo el cuerpo …  pasé como todos, por innumerables pruebas y médicos

 

 

   Texto médico

Varón de 46 años.

Había sido diagnosticado de fibromialgia. Tenía fatiga crónica y diarrea.

Tenía dolor de espalda, lumbar y torácico crónico sugerente de espondiloartritis y lesiones en la planta de los pies, captaciones gammagráficas en uniones costoesternales, TC con imágenes de artritis esternoclavicular bilateral, signos de hiperostosis y osteítis. En la resonancia magnética había signos de sacroileitis dcha (edema oseo). La analítica era normal, la radiografía de sacroiliacas era normal.   El cuadro clínico era concordante con espondiloartritis.

Desde el punto de vista de la reumatología convencional ni la fibromialgia ni la fatiga crónica eran subsidiarias de tratamiento. La opción era continuar con analgesia o intentar salazopirina o tratamiento inmunosupresor con anticuerpos monoclonales anti TNF para mejorar el dolor. Sin embargo desde un punto de vista más amplio la sensibilidad al gluten explicaba la astenia, la diarrea, el dolor crónico y la espondiloartritis. No podía ser diagnosticado de enfermedad celíaca. La serología de enfermedad celiaca era negativa y la biopsia duodenal fue normal.

La evolución ha sido favorable con dieta, ejercicio físico,  y entender la importancia del estrés; sin necesidad de recurrir al tratamiento inmunosupresor. Tiene una buena calidad de vida con dosis bajas de analgésicos. Ha requerido dosis bajas de corticoides ocasionalmente.

El diagnóstico actual es sensibilidad al gluten y espondiloartritis. Es para mí un buen ejemplo de superación, y de cómo la dieta, el ejercicio y entender la repercusión del estrés en el cuerpo y la enfermedad son claves para el tratamiento de estos pacientes. No se trata de darles una medicación que trate la enfermedad. Se trata de entender la enfermedad y que el paciente participe de forma activa en su tratamiento. A menudo funciona.

 

Contado por el paciente

Mi nombre es Álvaro y os voy contar mi caso. Tengo 54 años y estoy diagnosticado de fibromialgia desde hace 12 años.

Toda mi vida fui deportista. Me sentía vital y feliz. Sin darme cuenta llegó un cansancio y un dolor de espalda que me hacía imposible llevar una vida normal. Por entonces yo tenía 40 años. Comencé un periplo por médicos y  fisioterapeutas. Fueron 5 años de mi vida dando tumbos hasta acabar diariamente medicado con antiinflamatorios y analgésicos. Seguía agotado, sin recordar lo que era descansar una noche y con dolor ya generalizado en todo el cuerpo. 

Hasta recibir el diagnóstico pasé como todos, por innumerables pruebas y médicos. En todo ese tiempo ningún profesional de la salud me preguntó sobre cómo era mi alimentación, mi grado de actividad física o mi gestión del estrés. Se me dijo que está enfermedad tenía una “etiología idiopática”, esa fue toda la explicación.  Ni siquiera se comprobó que entendía esa expresión.  Al llegar a casa la busqué y averigüé que significaba “causa de la enfermedad desconocida”. Esa era toda la información que tenía. Yo no podía entender cómo me encontraba tan agotado y como el dolor me paralizaba. Me dijeron que tomará la medicación para dormir y para el dolor, que no hiciera deporte porque eso me agotaba aún más. Al dejar de hacer deporte me sentía aún peor. El dolor ya no solo era en las articulaciones sino que pasaba a los músculos. Incluso el tacto de la ropa me molestaba. El mero hecho de llevar en el coche el cinturón de seguridad ya me provocaba un dolor considerable. Me sentía frágil, vulnerable, y triste, verdaderamente triste.

A este cuadro se añadieron problemas digestivos. Frecuentes diarreas y siempre el vientre inflamado. Pregunté en el hospital donde me trataban si pudiera ser celíaco en algún grado. Se me hizo la prueba correspondiente y se descartó esa enfermedad. Pregunté si podría tener sentido dejar de comer gluten y me contestaron que no tenía ningún sentido, que era absurdo.

Pasaba el tiempo y aun siendo desde siempre una persona muy positiva, sin darme cuenta estaba desarrollando una depresión. 

Por fortuna llegué a la consulta del doctor Carlos Isasi. En la primera consulta me sugirió que dejará gluten y lácteos por un tiempo. Me redujo la medicación para el dolor. Tras unas semanas cumpliendo de forma estricta la dieta, empecé a tener deposiciones normales y a ver como la inflamación del intestino se reducía. 

Han pasado ya casi 6 años desde esa consulta y sigo sin comer gluten. Tolero bien pequeñas cantidades de queso muy curado y salvo cuando tengo picos de estrés, mi vida es habitable. No es perfecta pero sin duda es infinitamente mejor que la que tenía. Si entonces alguien me hubiera dicho que qué estaba dispuesto a hacer para estar como estoy ahora, hubiera respondido, “todo”. Ahora practico deporte con regularidad, como lo más sano posible y trato de evitar las preocupaciones innecesarias.

 

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